13 oct 2014

Voyeur

¿Dónde me olvidé mi destino manifiesto? ¿Acaso es lo que ahora estoy haciendo?


No entiendo por qué. Me encantaría tanto poder salir y gritar "Señores, no existe la dualidad". Pero acá estoy, acá estamos. En el mismo bar pero en distintos tiempos. Lográndote ver pero llegando tarde al encuentro.

Escribiéndote mientras te desvivís, preguntándome la diferencia a con estar muerto. La evolución permanente termina olvidando por qué se quiere vivir, por qué se aferra a la supervivencia. Y la metafísica se muere cuando veo cómo reís. Y el ateísmo se muere cuando empiezo a imaginar por qué reís.

No es menos cierto que me encantaría deshacerme en frases comentando lo hermoso que era estar con ella, o con aquella. Lanzar miles de textos sobre las peripecias de amor y odio que rodábamos entre los dos y terminaban con mil finales felices y un gran amargo final. Pero no puedo, no hoy, ya no a esta altura.

Tampoco puedo pintarme villanos en el pasado.

Pero sí comprender que al fin del día estamos solos. Si se que voy a morir en soledad, entonces escojo vivir con vos, o con la siguiente, o con ambas. Y sobrevivirme a mí mismo, tratando de encontrar mi núcleo duro. Aprendiendo a evitar el perforar demasiado dentro como para perderme en el abismo, en el vacío.

Aunque haya muchas máscaras siempre en el fondo hay carne, y no queremos encontrarnos al otro día con muchas cicatrices en el rostro. Ahí necesitaríamos una máscara permanente, ocultar lo herido, lo contaminado, lo desfigurado. 

Y entramos en lo cíclico.

Diferentes espacios, diferentes tiempos. Las mismas sonrisas, los mismos deseos, las mismas versiones del universo se destruyen. El entorno pierde existencia. Pero si algo pierde coherencia, soy yo mientras te reís.

¿Cuán arduo sería sacarte la máscara? ¿Cuán mortales las heridas que ocultan? ¿Qué tan profundo permitirías que penetre?

Tenés la garantía de que jamás serías una villana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario